31/12/11

Esos fuegos.


Reunión a medianoche

  Quizo el barrio darme el abrigo de una frazada en invierno. Era chico, alrrededor de diez y cinco, morocho, de ojos castaños, quijada potente y figuración ambigua. El barrio que tanto había querido por tanto tiempo, que había cubierto mis horas con las hojas que caen en otoño, que había dado sueño a mis pasos cuando la viligia me abrumaba con alguna preocupación infante, triste, de esas que suelen mariposear alrrededor nuestro los días de lluvia, desapareció como la ficción de un teatro cuando el telón la cubre.  Dos días duró aquello. Mis viejos quisieron resistir el embate de la muerte, pero no pudieron. Los cubrió la nieve, que quema al tacto.
  Dejé el colegio, dejé la vida. Mirando la ventana y la gente idiota caminando por la calle. Mirando la suerte ajena se me cubrió la vista. Mis abuelos al tiempo murieron, en la agonía del nieto enfermo de una tuberculosis jodida, complicada, oscura.
 Mi muerte consistió en mi ruina. Me escapé de esa casa y fui un paria. Comí de la basura, conviví con los perros, dormí entre diarios y le gané el truco al luto. El viento fue mi amante. El sueño mi vigilia.
 Morí.
 Renací una noche cualquiera de un día de octubre. Sentí la mirada sombría de un caballo de fuego que pasaba al lado mío. Asustado corrí a ganarle la carrera. Los ojos, siempre de costado, me miraban. Aullé más alto, llegue a las cimas, y alcancé con él el cielo, el caballo se hizo lava, y su volcán eruptó en oleadas, transportándome a donde habitan los ángeles y cantan los tangos. Un coro de ciegos me bajó entre cánticos calmados, entre susurros. Distinguí la tierra.
 Desperté merodeando la mañana. Abracé al viento, y le dí las gracias. Y descubrí que los miedos y las desgracias hay que avivarlos a fuego lento, y una vez hechos cenizas, soplarlos despacio.
Muy despacio.

______________________________________________________________________________________


Las costas del destino son demasiado pequeñas para el hombre de hoy, al menos de mi pequeña ciudad porteña. Él quiere vivir en el azar. Él no acepta los estándares del pasado y afirma "Hoy seré yo".

  Él comprime su existencia en barrios que se miran entre ellos.
  Él marea al mundo; no que el mundo lo marea a él.

  Ahora miramos el azar, y en ese azar brillan nuestras almas humanas. Un fueguito, una caricia. Somos alguien  Nos palpamos la cara. Somos alguien  De a poco entendemos que Cristo Rey es uno más del panteón. Que solo existe el fuego: una comunidad de fueguitos en un abismo de planetas. Los más cercanos muertos y llenos de vida. Un basto cosmos  y un sistema que sí tiene un destino, ya sea finito o infinito.
 Somos fueguitos en un universo de fuegos gigantes, que suspiran por transformarse en un solo fuego, de fusionarse mutuamente, de corresponderse con lo otro. Las husmeadas de un perro oliéndose su propio cuerpo y luego olisqueando para afuera.
 La respiración se calma; nos empezamos a juntar. De la misma manera en que los griegos se vieron molestados del estudio de la realidad, el pensamiento y el lenguaje por el duro presente de guerra civil y la aparición de un Filipo que ingresa con su arrogancia majestuosa, la aparición de un otro extraño genera choques, nos hace quebrar y corresponder batiendo nuestro escudo. Es un otro extraño.    Invade nuestro pueblo como Filipo invadió a los griegos. Otros bajan el escudo, y se van acercando. El hombre de la paz; o la nada y la bomba nuclear.

No nos van a ganar.
No nos van a derrumbar.

Aunque el mar esté bravío
y no tengamos capitán

Con el viento como amigo,
con el azar como destino

No nos van a ver caer
No nos van a derrumbar.

nin

20/12/11

Noches II

La mejor hora para encontrarse contigo.

¿Qué hora es?, preguntó Pessoa.
Es casi medianoche, respondió Álvaro de Campos, la mejor hora para encontrarse contigo, es la hora de los fantasmas.
 Antonio Tabucchi.

Fragmento de Las Ruinas circulares.

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado.
Jorge Luis Borges.

Fragmento de "El imperio jesuítico" (Pág 100*)


Cerca de mediodía, aquel muelle vellón se rompe. El cielo se glorifica profundamente; verdean los collados; silban las perdices en las cañadas; y por el ambiente, de una suavidad quizá excesiva, como verdadero símbolo de aquella imprevisora esplendidez, el morpho Menelaus, la gigantesca mariposa azul, se cierne lenta y errátil, joyando al sol familiar sus cerúleas alas.
A la tarde, el espectáculo solar es magnífico, sobre los grandes ríos especialmente, pues dentro el bosque la noche sobreviene brusca, apenas disminuye la luz. En las aguas, cuyo cauce despeja el horizonte, el crepúsculo subtropical despliega toda su maravilla.
Primero es una faja amarillo de hiél al Oeste,correspondiendo con ella por la parte opuesta una zona baja de intenso azul eléctrico, que se degrada hacia el cénit en lila viejo y sucesivamente en rosa,  amoratándose por último sobre una vasta extensión, donde boga la luna. Luego este viso va  borrándose/.mientras surge en el ocaso una horizontal claridad de anaranjado ardiente, que asciende a,l  oro claro y al verde luz, neutralizado en una tenuidad de blancura deslumbradora. Como un vaho  sutilísimo embebe á aquel matiz un rubor de cutis, enfriado pronto en lila donde nace tal cual estrella;  pero todo tan claro, que su reflexión adquiere el brillo de un colosal arco-iris sobre la lejanía inmensa  del río.
Este, negro á la parte opuesta, negro de plomo oxidado entre los bosques profundos que le forman una orla de tinta china, rueda frente al espectador densas franjas de un rosa lóbrego. Un silencio magnífico profundiza el éxtasis celeste. Quizá llegue de la ruina próxima, en un soplo imperceptible, el aroma de  los azahares. Tal vez una piragua se destaque de la ribera asaz sombría, engendrando una nueva onda rosa, y haciendo blanquear, como una garza á flor de agua, la camisa de su remero...
El crepúsculo, radioso como una aurora, tarda en decrecer; y cuando la noche empieza por último á definirse, un nuevo espectáculo embellece el firmamento. Sobre la línea del horizonte, el lucero, tamaño como una toronja, a parecido palpitando entre reflejos azules el viento agita. Su irradiación proyecta verdaderas llamas, que describen sobre el agua una clara estela, á pesar de la luna, y la  primera impresión es casi de miedo en presencia de tan enorme diamante.
Leopoldo Lugones



*Leer online: http://ia600508.us.archive.org/5/items/elimperiojesut00lugouoft/elimperiojesut00lugouoft.pdf


19/12/11

Palabras de barniz


El citadino se irrita cuando habla con el paisano. El hombre, con su camisa medio sucia, olor a humo y ángulo en la espalda, casi no habla. Enmudece y dice alguna palabra. Se calla, escucha y vuelve a bajar la mirada. El porteño le pregunta por su vida; el otro no le habla. Se limita a sonreírle y a tratarlo de don. Yo no soy nadie, señor, le dice. Yo no soy nadie. Efectivamente no es nadie. No pretende ser nadie tampoco. No quiere ser, sino estar. No quiere cambiar el mundo, sino dormir en él. No pretende levantar cloacas, ni buscar asiento para sus proyectos. La selva es su hogar, su almohada el colchón de hojarasca. No hay sustos en su mirada, aunque si marcas de una cama que no fue de plumas. Eso le dice con su mirada, y el otro se enoja. Se enoja y se va.
Nosotros hablamos. Y vomitamos palabras, y volvemos a hablar. No paramos. Escribimos algo, subimos algo a Internet, escribimos un texto como éste que pretende ser descarga idealista; no dudamos en hablar de lo que sea en cualquier reunión con tal de hablar.
La palabra es un mero instrumento de comunicación. La palabra es un objeto. La palabra está cosificada. Se compra en el mercado. Se mide. Se cobra. En algún momento esto hubiese sido impensado. En algún momento fue sagrada, y sólo se usaba para decir realmente algo. Así pudieron los griegos generar un idioma que abarcara el cosmos, el universo. Que con cuatro letras se lograra designar al pensamiento, al lenguaje como instrumento de sabiduría. Los romanos un dialecto universal que represente su justicia, su derecho. Así los mayas, mediante un ritual y una plegaria mágica se elevaban a los Dioses y les pedían por sus cultivos. Nosotros estaqueamos tierras, numeramos hombres y esclavizamos palabras en diccionarios.

14/12/11

Washington, DC, 1967. Marcha por la Paz en Vietnam


¿Qué estarán sintiendo los oficiales? ¿Bronca, vergüenza, asco? ¿Remordimiento, acaso? ¿Cuántos estarán pensando en disparar?

Por una flor.
Por una flor.


Los símbolos no se perdieron: se los olvidaron en el estante de una fábrica.

7/12/11

Noches...



  Le dí mi corazón, se lo ofrecí y dije “Éste es mi deseo; ve, anda, llévalo”. Se fue, y yo marché llorando regreso a casa. Esa noche lloraron hienas en las estrellas.


 No hubo flores ese verano. No hubo flores. Nadie lloró el entierro, solo ella, ahí, desnuda y blanca. Dormida su cajita que sonaba a incierto. Ella sola dormida. Esa noche mirando por primera vez la luna que pasaba posada en sus ojos todas las noches. Todas las noches.


      Alejandra estaba desnuda en la roca, en el medio de la tormenta. El mar encrespado se torcía contra ella. Ella, erguida cual una Yemanja,  mirando el horizonte, de pie contra el mar. Sóla entre ese mar de azules que ruge invadiendo todo, y los rayos blancos que cubren de rajaduras el silencio.
   Ella en su roca y Martín entre los árboles, cubriéndose el cuerpo con una toalla y gritándole "¡Vos estás loca!, ¡Vos estás loca!" y amenazando con irse. Él pelirrojo, de cuerpo ancho, creyendo que ella podría estar todavía bien, pero asustándose mucho de los rayos, del mar que amenaza con tragársela, y de ella, que lo mira con esa locura en los ojos.

16/11/11

La pena de muerte


Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.
Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.
Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.
Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.
Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.
Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.
Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.
A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.

 María Elena Walsh.

9/11/11

Lloro

¿Nadie vió la belleza que tienen
mis ojos cuando lloran?
Se derriban las murallas,
y nacen caras en mi boca.
Se derrama el universo
en esta lágrima.
Y mientras cae la última gota

desaparece la última estrella.

El nene que se suicidó

Le prohibieron jugar en el piso, y lo acató.
Le negaron saltear la comida, y comió hasta saciarse.
Le pegaron cuando manchó sus manos con tierra.
Le dijeron que moriría si intentaba volar como los pájaros.
Y voló.

7/11/11

La era de la boludez.


 Ahogándonos.

  Reunión, tres de la mañana. Todos callados, mirándose. La fiesta exije que se hablen. Que haya ruido y se aturdan. Una fiesta -con todas las letras- sería una en donde se desborden, donde aquel termine con aquella. Donde ellos se acuesten con ellas, y donde la música mantenga el ritmo de la orgía del dormitorio análogo. Que los gritos del otro empañen los gritos de éste, y que nunca exista la nada. Que la música no pare de sonar -es feo cuando calla, y todos se miran, como sintiendo el vacío, la necesidad de tapar el silencio-. La joda, la fiesta. Aquellos bailando, sin ganas, monótonos, bailando. Tomando para gritar, para explotar. Para sacar lo que se guarda. Dejarnos huecos. Llenar lo hueco. Tapar con semen las paredes. Vomitar fluidos. Llenarnos de alcohol, deshinibirnos. El carnaval. El mundo del revés. 
  El grito.

Incomunicándonos.

(Msn, once de la noche)
Él dice: ¿Viste la luna?
Ella dice: ¿Eh?
Él dice: La luna… ¿La viste?
Ella dice: Ah, sí. Que linda..

(Calle, once de la noche)
  Van de la mano, los dos juntos. Ella lo mira y pregunta en qué pensas. Él se ríe, medio tonto, y nada, dice. ¿Viste la luna? Ella se ríe, la mira. Le gusta. Es linda, contesta. Caminan juntos, y él tantea con sus dedos apretar los de ella, que se calientan al tacto. Los dos mirando el cielo. El sueño de los dos. El sueño.
  Un telón de fondo oculta una París plateada.

Inundándonos.

   Un respiradero en el medio de la calle. El cemento caliente, y la corriente de agua que pasa por debajo. La calle que asfixia la tierra se pudre, y el respiradero exhala olores fétidos, sucios. La primavera invade con un rumor de hojas. Duermen en las calles y crujen al pisarlas. Invade con vientos de polen, con semillas que mueren en el asfalto y giran entre los coches, entre la gente.
  Invaden respiraderos en el medio de la calle. Olor a podrido y costumbre.




5/11/11

El defensor.

El defensor.

   Todos los días paso por ahí, por su banco y lo veo. Un hombre de tez oscura. El bigote manchadito por el cigarro y la cara rasgada de arrugas. Una voz grave que pocas veces se escucha y las manos entrelazadas, dormidas en sus rodillas. Sentado en su banco de plaza, dormita desde que paso por allí. De bien entrada la mañana lo veo ya mirando, hasta que marcha con su caminar gastado, bien caído el sol, nadie sabe dónde.
  Es una estatua, un adorno de la plaza. Es tan eterno como aquellos árboles que ya miraban mis abuelos y tan gris como las nubes que pasan. Pareciera que la mirada se le perdió en algún abismo; que se durmió en alguna cueva de Montecinos. Anda con su bastón hasta el banco, todos los días, y se sienta a esperar el día. Las nubes pasan y él se va, con su paso gastado, con su frente antigua. Nadie nunca habló con él. Nadie nunca se animó.
 Cuenta una vecina que tuvo esposa y se escapó, abandonando a sus hijos. Otro dice que alguna vez trabajó en el puerto, y que era activista del sindicato. Pero algo pasó, y desde ese momento no habla, no siente ni escucha. Todos dan su versión sobre el viejo. Cada uno supone algo de lo que pasó. Ciertamente los rumores algo de verdad siempre tienen, pero nadie sabe aquí cual de todas las historias es la verdadera. Quizás el viejo, dicen, estuvo mal con la ley, y hoy prefiere el silencio para no darse a conocer, para tener la vejez tranquila. Si en algo concuerdan todos es que el viejo está un poco loco. A Álvaro, el almacenero del pueblo, una vez le pregunté qué opinaba sobre ese señor que a mí me genera tanta curiosidad. El me miró como quien mira a un niño, se sacó la boina y con aire grave me dijo “Hijo, ¿Qué sabré yo sobre esas cosas? ¿Qué se puede saber sobre un soberbio o un loco? Si cuando me acerqué me miró y sonrió con burla. Yo le había preguntado cómo estaba, quién era. Él me miró y se rió para adentro. ’Soy mudo’, me dijo. ¡Un mudo! Me fui indignado. Nadie sabe quién es, y mejor no lo preguntes. No sé”.

 El viejo trastornó de a poco al pueblo. Todos quieren ignorarlo. Evitarlo. Los misterios son interesantes cuando tienen un cierre. Cuando se tiene la certeza que al final uno va a saber la respuesta. Si el celador tiene un romance, algún día se sabrá, y mientras tanto se plantea, se duda y se charla. De algo hay que vivir. De algo hay que hablar, digan lo que digan.
 Pero con el viejo no. Él no habla. No pregunta. Y su presencia, en el mismísimo centro del pueblo, desquicia a los vecinos. Por más que no quieran tienen que cruzarse con él cada mañana, cada tarde, cada paseo. Y él suele mirarlos como quien mira un pájaro que se posa en aquella rama. Viéndolos sin ver. Degustando todo con la mirada.
 Una cosa dice Enriqueta, una vecina, que pudo sonsacarle . Cierta tarde en que pasaba por allí luego de hacer las compras, vió al viejo sentado en el banco y ya no lo soportó más. Para ella, que se vanagloriaba de sus meriendas con amigas, de la variedad de sus masitas y sus tés, de las charlas eternas sobre costura y chismes, no llegar al fondo del misterio del viejo después de tanto tiempo superó a la mismísima indignación. Los ojos se le nublaron y la voz se le afinó. ¡Quién es!, le gritó. ¡Qué hace!, le espetó.
 El viejo, un poco aturdido, como quien sale de un ensimismamiento, respondió casi en un susurro ronco:
 -¿Yo?, nada útil, señora. Yo defiendo al silencio.

20/10/11

Enredamiento

Enredamiento

Por Dios que miento.
Lo juro por Dios.
Por Dios que siento.
Lo juro por Dios.
Lo siento.
La red se va.
¡La veo!
Los peces se van.
¡Los veo!
Saltan la boya.
¡La veo!
Salten la soga.
¡Ya!
Lo siento.
Los siento.



18/10/11

Reunión a medianoche


  Quizo el barrio darme el abrigo de una frazada en invierno. Era chico, alrrededor de diez y cinco, morocho, de ojos castaños, quijada potente y figuración ambigua. El barrio que tanto había querido por tanto tiempo, que había cubierto mis horas con las hojas que caen en otoño, que había dado sueño a mis pasos cuando la viligia me abrumaba con alguna preocupación infante, triste, de esas que suelen mariposear alrrededor nuestro los días de lluvia, desapareció como la ficción de un teatro cuando el telón la cubre.  Dos días duró aquello. Mis viejos quisieron resistir el embate de la muerte, pero no pudieron. Los cubrió la nieve, que quema al tacto.
  Dejé el colegio, dejé la vida. Mirando la ventana y la gente idiota caminando por la calle. Mirando la suerte ajena se me cubrió la vista. Mis abuelos al tiempo murieron, en la agonía del nieto enfermo de una tuberculosis jodida, complicada, oscura.
 Mi muerte consistió en mi ruina. Me escapé de esa casa y fui un paria. Comí de la basura, conviví con los perros, dormí entre diarios y le gané el truco al luto. El viento fue mi amante. El sueño mi vigilia.
 Morí.
 Renací una noche cualquiera de un día de octubre. Sentí la mirada sombría de un caballo de fuego que pasaba al lado mío. Asustado corrí a ganarle la carrera. Los ojos, siempre de costado, me miraban. Aullé más alto, llegue a las cimas, y alcancé con él el cielo, el caballo se hizo lava, y su volcán eruptó en oleadas, transportandome a donde habitan los ángeles y cantan los tangos. Un coro de ciegos me bajó entre cánticos calmados, entre susurros. Distinguí la tierra.
 Desperté merodeando la mañana. Abracé al viento, y le dí las gracias. Y descubrí que los miedos y las desgracias hay que avivarlos a fuego lento, y una vez hechos cenizas, soplarlos despacio.
Muy despacio.

17/10/11

El duende secuestrado

El arte  y la magia no son compatibles con nuestro presente.

 Cuenta la historia que dormía un duende en un algarrobo de la calle Salvador María del Carril. Dicen aquellos que pudieron verlo que se escondía entre las hojas y les tiraba semillas a los nenes despistados que solían pasar por allí. Tenía bigotes largos, que parecían viejas enredaderas nacidas de lo alto. Él, siempre vestido de verde y amarillo, con su chaqueta a rayas y el jubón en cuadrillé, rumbeaba siempre sobre esa calle ancha, anchísima.
 Cierta vez un nene que iba por allí de noche, en bicicleta, persiguiendo a los gatos hasta cansarlos, fue alcanzado por el duende, que bajó del algarrobo para ayudar a sus amigos.
 -¡Hey!, le ancanzó a decir, mientras tiraba una piedrita a la rueda de la bicicleta, ¡Basta ya!.
 El niño, asombrado, sintió el bamboleo de la biblicleta frente al choque con la piedrita, y se dió vuelta a tiempo para ver al diminuto ser con aquel bigote que llegaba hasta el suelo, gritarle enojado.
 -¿Quién sos?, le preguntó el niño con una sonrisa burlona- ¿Acaso sos un amigo de esos molestos gatos?.
 -¡Sí!, gritó el duende ya rojo de rabia y enojo. ¡Dejalos en paz!. Dicho eso le agarró el pescuezo y se lo retorció. El nene quedó degollado a medias y el duende desalojado por el Gobierno de la Ciudad, que se percató del extraño ser que se había alojado en la calle.
 Ahora el duende está siendo investigado por la CIA, que lo tortura desde el 2005 para descubrir si hay otros especímenes en la Tierra. También le extrajeron el ADN, con objeto de desarrollar duendes clonados, ya que podrían ser muy útiles en guerras como detectores de minas, dicen ellos en un documento al que tuve acceso gracias a una amistad en Wikileaks.

10/10/11

Hindue Blues

 Si pudiera me arrancaría el alma
y la colgaría en el gancho de la puerta
donde cuelgan mis sombreros.

La habitación desnuda,
rayando él sueña.
Ella, desnuda
y en una sinfonía,
el tiempo para y cambia.

Se agita el tiempo el mundo el todo,
mueren los ciclos y nacen constelaciones
el estigma se cubre de polen.



(A)

8/10/11

¡Ña Diáfana!


¿Qué entiende por naturaleza
y qué tanto de almohadas risueñas?
El árbol que sangra en la belleza
El hijo que convierte oro en rosas
¿Porqué claudica en su tarea?
¿Porqué, acaso, llora?
...




 ¿Y qué sabe Platón sobre anáforas?


(No esta sola la luna mientras siga iluminando)

¡Qué lástima!


 El atropellamiento por sobresalir la cabeza, por alcanzar cimas y manotear utopías. Ser dueños y señores, esclavizar y correr son caras de una moneda rutinaria.
Nací entre tradiciones cristianas. Besé los labios de Jesús una y mil veces mientras un cura con un crucifijo me preguntaba cuantas veces había osado masturbarme.
 Pecador de mí.
 Maté a mis dioses, y le arranqué las alas al ángel que me cuidaba, pero imposible matar lo que dejaron en mí. Allá, en algún recoveco, quedó la creencia en ese Dios... en ese pobre y desusado Dios. No queda más que la firme convicción de que Jesús nos advirtió que el único camino para que el mundo siga siendo mundo y no sea polvo y cenizas es ser un servus servorum, un siervo de los siervos. Un pobre entre los pobres. Un esclavo entre los esclavos.
 Bienaventurado aquel que lo logre, diría Jesús.
 ¿Era un profeta? No. ¿Un enviado? Quizás.
 ¿Fue un sabio, entonces? Sí.
 Sócrates, quien también sentó bases para el posible desarrollo de la humanidad, prefirió beber la cicuta antes que traicionar a su comunidad, a su polis. Lo hizo afirmando que era el único sabio de la ciudad ya que admitía que no sabía demasiado -sino nada-, pero con la sospecha que los Dioses aquellos que tanto reverenciaban los griegos no eran más que estrellas y espejismos. 
  Así tantos, en la historia brindaron su saber y vomitaron ideologías, pensamientos y dudas. Hoy tenemos la triste realidad de juzgar consecuencias sin analizar causas. Creo que el péndulo de la historia hoy está en el rótulo denominado "Decadencia". No nos culpo.
 Es hora de empujarnos, como cuando estamos en la calecita, hacia el otro extremo... o simplemente detenernos en las cosas vanas, como las niñas... que apretan las narices en las ventanas.

6/10/11

Cara y Cruz


Cara y Cruz
verbotrágica
falicálfa
negrotesca
embriagada
obulando
generala
alcoholizada
verdemencia
binómica
traumática
espermando
clítortículos
sueñomega.

1/10/11

Santa Matrona de Lavalle

Santa Matrona de Lavalle



Santa Matrona de los hombres hambrientos
das amor a manos llenas.

Le diste alimento al más pobre
para toda la vida

y entre sábanas denunciaste
tu oficio innato de enfermera.

(Callao y Lavalle, 1895)

29/9/11

Amor eterno

"Soy lo que ves acá, quiérelo o déjalo", le dijo Liliana a Roberto, allá en los cuarenta, entre alguna que otra mirada tímida. Se casaron al año entre sonrisas, y el pacto se dió por anulado mucho tiempo después, con el último suspiro cansado de ella.
 A los dos meses, Roberto murió de tristeza.
 Juraría que él hubiese regalado el libro más gastado de su inmensa biblioteca por estar una vez más al lado de Lili, su compañera.

28/9/11

¡Jimi no murió!

Q

Siempre dije que la Capital es una ciudad triste




Siempre dije que la Capital es una ciudad triste


   Como toda capital, tiene los suspiros hondos de ser sede de un estado: todas las ciudades con quienes charlé me dijeron que ese peso es terrible. A eso se le agrega el odio de un país que se vuelve contra ella, mirándola casi con un desprecio poco menos que justificado.  Está bien. Si yo viviese adentro, también la miraría con mala cara, pero mi propia desgracia me hizo caer adentro. Y mi propia gracia me hice pensar cuál es el mejor camino para transformarla.
 Dicen muchos que el acordeón marca su ritmo, el filete son sus lágrimas, y el café es su naufragio.  Que derrama gotas grises y calles asfaltadas. Que la voz resinosa de Goyeneche canta en cada esquina como un ciego que vende ballenitas, y que un ejemplar borgeano campea en cada bar poco iluminado, con la barra que hace agua, y la barba reposada en el diario, intentando tapar con las canas el título que resalta en negro.
 Dicen otros con orgullo –y los otros con riñones revueltos y gotas en los lagrimales- que eso fue antes, y que ahora solo quedaron recuerdos. Que la globalización y sus humores taparon las calles. Que donde antes bailaba el Negro Ortega entre las cuerdas hoy toca una banda extranjera, y que donde antes había un café hoy se abre un Shopping.
 Aquellos hablan porque vivieron, o entendieron la esencia. Éstos porque viven, y entienden el presente: los barcitos de Palermo, el shopping sagrado y centro neurálgico de tribus urbanas, los café Stores al estilo norteamericano, y la invasión sagraria de una cultura que invade todo. Todo Imperio cayó, pero antes impuso –aún, como Carlomagno, sin imposición directa, pero si indirecta, es decir, a través del lenguaje- a sus coetáneos y vecinos su cultura. La globalización tiene el peligro de unir el mundo y convertir en vecinos culturas tan diferentes y distantes como la japonesa y la sudafricana, conectadas por intereses comunes.
 La mezcla es inevitable. La evolución es natural.  No hay eruditos porque no hay cultura del entendimiento. Nadie en su sano juicio conoce el nombre de las constelaciones menos importantes, ni nadie se pregunta quienes fueron los habitantes de esta ciudad y este país que hoy habitamos. 
 No hay cultura por el entendimiento; pero ahí,  donde faltan doctos, hay quijotes. Y una ciudad que empieza a pintarse de nuevo, sin banderas ni revoluciones: solo con pinceles, cuerdas, y tinta: los que amortiguan el avance recto y firme de la ciencia.

Un hiato en Microcentro.



Un hiato en Microcentro.

La boliviana mira para los costados y trata de cruzar la calle. Mira y vuelve a intentar.  La estación colapsa y entre el mar de gente, logra al fin llegar a donde está su hijita, en el piso, vendiendo medias. Llega con una bolsa grande y negra que tira en el suelo y molesta a los peatones, que la miran un poco con desprecio, con esos ojos de vidrio que enmascaran la cara en Microcentro. La boliviana charla un poco con su hija, y empieza a tirar las medias que trae en la bolsa, en la lona. Negras, blancas y grises. Algunas bombachas y pantalones truchos. Todos pasan de largo y la boliviana se queda ahí, esperando como esperaría al encomendero, con sus rasgos un poco quechuas, un poco aimaras, disonantes cromáticos en el monocromo Microcentro porteño.
 La boliviana, con su hija, y su manta de medias.  Y allá, en el horizonte de Corrientes, como unas Venus dormidas, las torres de Puerto Madero erotizan Buenos Aires.

16/9/11

Emilia, la herida de París...

Viven los cuerdos entre mares de locos, y muere el tonto por contarle la verdad al Rey.
La Iglesia románica, con sus estatuas de mármol, velas de oro y cera de plata recibe al cura venido a menos, entre los despojos de unos parroqueanos que alguna vez fueron jóvenes. Un señor, en una barra, en Rodriguez Peña y Llavalle, limpia copas con el trapo engrasado, y araña el pegamento seco de las figuritas de Maradona pegadas en el vidrio del mostrador, rodeadas de dos frascos de caramelos duros, que parecen arrugarse y arrodillarse frente al dios popular que supo mostrarle a los argentinos las dos caras de la grandeza: la trampa y el truco y el esplendor de la magia.
Busca la ciudad dormida un par de clavos para tapiar la casa que se nos viene abajo.
Busca el chico un par de monedas para el colectivo comprando chicles en un kiosko.
Busca promociones de ropa la señora por Avellaneda y en Liniers un trapito le hace señas al señor de traje elegante con su trapo que es un asco; y por las dudas no se le acerca, para que el otro no se asuste.
La hinchada le canta al Dios Redondo y se matan a trompadas en el piso, defendiendo la camiseta que está tatuada en el pecho, en las manos y en la cara.
La selección no gana y el país está gris.
El mundo ronca y se nos pone negro.
Se instaló una fábrica cerca de mi casa. Y por las noches, cuando tengo sueño y no puedo dormir, miro las nubes de polvo -ellas no duermen- que forman nubecitas. Les busco formas y colores, y me vuelvo a acostar.

pero Emilia, si sentiré hollín en las ventanas...

12/9/11

Tu Espalda (soneto I)

Tu espalda es mi descanso, mi sosiego,
es la calma después de haber amado,
tu espalda es el refugio donde llego
a lamer mis heridas angustiado.

Tu espalda es taller de mi poesía
por las noches que paso desvelado,
tu espalda tiene el fin de cada día,
con el sueño y un beso ya cansado.

Y si todo se me hace cuesta arriba,
si mi vida parece a la deriva,
más que nunca tu espalda es necesaria,

pues si es dura la mano del destino,
tu espalda es altar donde me inclino
para elevar a Dios... una plegaria.

Ramon de almagro (para Doña Elsa)

27/8/11

Don Narigón


Don Narigón pasea solo en la mañana,
tiene orejas largas, y hojas nacen en su barba,
su corazón es de madera y sus ropas una liana,
escribe libros en las cortezas, y dibuja en el alba.

Don Narigón duerme debajo de un haya,
entre las raices sueña y habla con las ramas,
se despereza tranquilo y en el trinar de las alondras
ríe y tarareando su guitarra, acompaña las baladas.

Sus ojos de almendra, su boca de hierbas,
su pelo un nido, donde duermen pajaritos
que cuida en sus palmas, y con susurros les habla:
les cuenta que será árbol, y en él nacerán sus hijos.

rilax

16/8/11

Tratando de abrazar los vientos que enfrian tu alma.




Tantas veces lo escuche junto a vos y núnca pudiste comprenderlo, ¿no ves el agua estancada?
Se muestra. A mis ojos creo que la solución es cerrarlos y besarte. Simplemente dejar que el tiempo vuele como nosotros dos cuando no intentamos comprender.
No es necesario ninguna yerba pal confort. Solo lo que importa es ser como somos, dejarnos ser, escucharnos y no yuxtaponernos.
Simplemente jugar al contar, para luego poder comprender. Si no paso más que el planteo, cuando vamos a dejar que fluya.

Paciencia... la vida es así.

No podes regalarme tu olor, tus caricias, los buenos tratos y después ponerlos en manifiesta duda.
¿Porqué esa desorganización?
¿Porqué esa psicopatización?
¿Te gusta más así, o asá?
Y ya fué, ¿Que tanto vos?
¿Y yo? Yo... Con ella...
Es una costa que estoy cerca a desembarcar, cerca en distancia no en el otro aspecto a considerar - tic tac efimero - no lo se.

Entonces nos encontramos...
Claro, si, nos encontramos, y también nos desencontramos. Somos humanos, nos equivocamos, me equivoco y vos también.
Pero que hacer con la cumbia, que siento que se desata, temblaria cualquier hueso por vos, solo si tengo mas pasas para todo.




¡¿Donde esta la chapa del amor!?

5/8/11

Tiempo

8 horas para dormir
8 horas para laburar
8 horas para hacer lo quiero.

8 horas para hacer lo que queramos, y menos si uno va a la facultad. ¿Quién dijo que escuchar música es, acaso, perder el tiempo? Escribir, pintar, crear. No desperdiciar el tiempo es no estancarse. Saber usar esas 8 horas como uno quiera... ese es el objetivo.

2/8/11

Cadaver Exquisito

El camino va en la ruta mirando árboles que cubren el sol.
De lejos, verde; de sol, y no de tumba constante
traté de salir,
deje las noches,
los besos, el "bis".
...Trate de dejar viejas hojas.... que se deshacen en el camino, en el murmullo de los pájaros.
Vea, para volar en libertad se necesita relajar las alas, el viento ha de guiarte.
Y en caso de no poder, recuerda, desde adentro al amanecer.
puedo ver tu alma,
puedo besarte los
ojos y mirarte la boca;
puedo ver mas adentro al amanecer;
amanecer y crepúsculo... el ciclo que las hojas nacen, se marchitan sus ojos y se juntan en la hojarrasca.